El presidente del Gobierno ha venido a decir a las comunidades autónomas que cado palo aguante su vela. El problema es que nuestros líderes actúan desde las trincheras políticas, y esa es la peor receta para salir de la crisis.
La esperada comparecencia pública del presidente del Gobierno tras dos semanas de vacaciones en las que la pandemia se ha vuelto a disparar (la recuperación en V era en el número de contagios, no en la economía) volvió a defraudar. Para lo que dijo el martes Pedro Sánchez, podía haber enviado un burofax, como Lionel Messi, a todos los ciudadanos. Este podría ser el texto: «Españoles, como no me apoyasteis para seguir aprobando el estado de alarma sine die, ahí os dejo con vuestras miserias para que los gobiernos autonómicos, que tanto me criticaban, solucionen el problema. Si necesitáis algo, pedidlo y si eso, ya veré qué hago».
El panorama político no puede ser más desalentador. En el Gobierno se confunden las competencias con la responsabilidad y Sánchez y sus ministros han optado por borrarse del mapa y, bajo la excusa de la cogobernanza, dejar que las comunidades autónomas se hagan cargo del terrible problema que tiene España. Ni la emergencia sanitaria, ni las crisis económica y social tienen un carácter regional, ni siquiera nacional. Se exigen soluciones globales y el Ejecutivo pretende que sean los gobiernos autonómicos los que decidan unilateralmente sobre el gravísimo problema que planea sobre nuestro país: la segunda oleada de la pandemia.
Si hace seis meses el Gobierno tuvo claro que debía asumir el mando único ante la gravedad de la emergencia sanitaria, ¿por qué ahora se lava las manos cuando los contagios están a punto de llegar a los niveles de marzo? Prefiero no pensar que se trata de una venganza política contra los partidos que le impidieron prorrogar el estado de alarma. Pero la actitud del presidente está muy lejos de lo que debería esperarse de un gobernante responsable: que los políticos regionales asuman el desgaste de la crisis y, si me lo piden, acudiré en su ayuda.
Él sabe, como sabemos todos los españoles, que los gobiernos de la Comunidad de Madrid, Cataluña, País Vasco, Navarra y Aragón (y algunos otros en menor medida) están fracasando en la lucha contra la segunda ola de contagios. No hay suficientes rastreadores, la asistencia sanitaria primaria está colapsada y las recomendaciones de distanciamiento social no han surtido efecto. Los españoles somos disciplinados cuando nos obligan las leyes, pero no cuando nos lo piden las autoridades.
En la lista de las comunidades peor gestionadas están, además, tres que tienen unas connotaciones especiales. En primer lugar, Madrid, epicentro de los ataques del PP contra La Moncloa, que pedían una y otra vez que les dejaran actuar con autonomía incluso cuando no se daban las condiciones para pasar a la fase dos del confinamiento. El resultado ha sido demoledor: la peor gestión posible frente a la pandemia ha sido la de Isabel Díaz Ayuso, como muestran los datos diarios de contagios, hospitalizaciones y fallecidos. Eso sin olvidar a los gobiernos de Cataluña y el País Vasco, ante quienes el presidente del Gobierno siempre actúa hipotecado por las posibles represalias en forma de votaciones en contra en el Parlamento. De hecho, el presidente Quim Torra ha vuelto al disparate de que ante la crisis que sufrimos la única salida es seguir presionando para conseguir la independencia por la vía que sea, mientras el presidente Iñigo Urkullu sigue haciendo cuentas para ver lo que puede sacar a Sánchez en los próximos Presupuestos.
Ante esta situación, la respuesta más irresponsable es la que dio el martes Pedro Sánchez. Vino a decir que España es un Estado casi federal, que las competencias sanitarias descansan en la comunidades autónomas (lo cual no deja de ser verdad), y que cada palo aguante su vela. Eso sí, abrió las puertas a que los gobiernos regionales soliciten el estado de alarma en su comunidad y él y su partido votarían a favor en el Parlamento. Todo ello con su característico llamamiento a una unidad política que él mismo desprecia.
Trincheras
El problema de fondo es que desde 2016 nuestros líderes están actuando desde las trincheras políticas, provocando la confrontación en cada asunto. Y esa es la peor receta para salir de la mayor crisis que ha sufrido España desde la Guerra Civil. La culpa no es solo del Gobierno, por supuesto, sino de casi todas las fuerzas políticas, que quieren sacar provecho de los errores del contrario de cara a unas posibles elecciones que no se vislumbran en el medio plazo. Ya lo escribí en esta misma columna hace ya meses: la mayor vileza es politizar el dolor y confundir las urnas funerarias con las electorales. Y así seguimos; con más de 420.000 personas diagnosticadas oficialmente por Covid-19 (3.500 en las últimas 24 horas) y casi 29.000 fallecidos con reconocimiento de Sanidad (en torno a 45.000 según las estadísticas más fiables). La famosa curva de contagios que había que aplanar como fuera ha rebotado con enorme potencia, hasta situarnos en la peor situación de toda Europa. Y las previsiones inmediatas son cada vez peores.
Simón, portavoz político
En este contexto, no me resisto a comentar el papel que viene jugando el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón. Tengo que reconocer que en un principio valoraba su tranquilidad y sus razonamiento técnicos ante la pandemia. Pero con el paso del tiempo, todos los españoles hemos podido comprobar que se ha convertido en un portavoz político del Gobierno, parapetado tras sus explicaciones médicas. Cuando se dice una cosa y la contraria, se ocultan datos, se miente sobre una comisión de expertos que nunca existió, se niega el número de fallecidos, se quiebran las series estadísticas y se justifican decisiones claramente políticas bajo la bata de médico, se pierde toda credibilidad. Aunque a estas alturas, ¿quién tiene credibilidad?
Ayer hubo, sin embargo, una buena noticia. Pedro Sánchez iniciará el miércoles 2 de septiembre una ronda de contactos con los principales líderes políticos para, en palabras del Gobierno, «despolitizar la lucha contra la pandemia y plantear el desarrollo de las medidas de cogobernanza, la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado para 2021 y la renovación de cargos de las altas instituciones del Estado». El primer día, el presidente del Gobierno se reunirá con el líder de la oposición, Pablo Casado, por la mañana, y con la presidenta de Ciudadanos, Inés Arrimadas, por la tarde.
En condiciones normales, la convocatoria de Sánchez abriría un marco de esperanza para empezar a consensuar la hoja de ruta de necesita España para salir de la crisis. Pero la experiencia de los últimos años nos dice que los líderes del PSOE y del PP son incapaces de dialogar con generosidad para alcanzar los acuerdos que demandan los españoles. Espero equivocarme esta vez.